Todos a la mesa
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Escribo estas líneas antes del plebiscito. Pero cualquiera haya sido el resultado, escribiría lo mismo: estamos obligados a entendernos. En Chile, nadie sobra. En esto de construir país, porque de eso se trata, ganamos o perdemos todos.
Hemos vivido momentos traumáticos. A miles de chilenos les quitaron todo en una borrachera de destrucción y violencia. Pero no puede ser que ella tenga la última palabra. Es hora de paz y de construir. Si sale un mejor Chile, será a pesar de la violencia y no gracias a ella. Quien diga que se le debe algo, revela debilidad de argumentos y nulo espíritu democrático.
Tras la violencia, hay un grito legítimo de búsqueda de un mejor marco democrático. No se puede negar. Es la hora de la integración. Ese que tira piedras, que destruye, es un subproducto de lo incubado en años de dejación educacional, abandono familiar, precariedad laboral, abusos, deficientes políticas en atención a niños y jóvenes. No nos quejemos ni asombremos. La violencia experimentada en estos meses ha sido en buena parte fruto de años de marginación, displicencia y menosprecio. Desconexión con el Chile real. No nos conocíamos. El mejor antídoto contra la violencia será una mejor democracia; que integra y acoge ideas.
Es hora de sentarnos a la mesa y conversar civilizadamente. Quien tiene ideas atractivas, no necesita de violencia para imponerlas. Se ganará el respaldo mayoritario con facilidad. Y aquí se presenta un desafío a los sectores políticos arrastrados por años por minorías escuálidas; que han recurrido a tecnicismos y triquiñuelas para hacerse un espacio sin respaldo ciudadano sólido. Reevalúen sus estrategias y propuestas para ser un aporte real al país. Una cuota no menor de responsabilidad por la situación crítica que vivimos la tiene la mediocre práctica política.
La inmensa mayoría de los chilenos es razonable y tiende a la moderación. Se ve en las encuestas. Es triste recordarlo, pero han sido varios los iluminados que ofrecen recetas y no logran juntar las firmas o votos necesarios para validar sus propuestas. Confiemos en la sensatez de los chilenos. Y por lo mismo, hay que atender a reclamos de larga data, lo que redundará en un Chile justo, integrado y en paz. Si ganan los que están abajo, los más postergados, ganamos todos. La prosperidad de un país se mide a partir de ellos, no por los que están arriba.
El papel lo aguanta todo. La nueva Constitución, su renovación o lo que sea, no es una varita mágica. Se construye país aportando y trabajando duro. Que Dios nos acompañe en esta tarea.